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Poesía > Mañana

Mañana Mañana Carmen Borja Icaria. «Poesía», 60 Barcelona, 2011 72 páginas ISBN: 978-84-9888-359-6 Mañana de Pascua
Mañana de Pascua, es un óleo sobre lienzo realizado entre 1828 y 1835 por el pintor Caspar David Friedrich. El original puede verse en el Museo Tyssen-Bornemisza de Madrid.
Selección de poemas: PRIMERO Como quien huye. Entro en Mañana de Pascua, la luna en lo alto. Voy con esas figuras, mujeres que caminan. Un poeta es eso y lo sabe. La obra va escribiéndose a sí misma. Respira, latente. Los sin voz recogen las migajas en su huída. La fuente secreta es tristeza. Pero después llega el canto: plegaria, consuelo, celebración. Y la alegría que inventa. Algunos eligen el camino difícil, donde está la gran intuición, la semilla. El amor es sin muerte. Ni embellecer ni enmascarar: tuétano, aire, quizá la redención. Antiguas espadas siguen en alto, esperan incendiar el mundo una vez más. Laogai, gulag, konzentrationlager, genocidio, cruzada, yihad, Palabras millonesdecadáveres. Queda el bosque y el silencio, la fe reflexiva del escéptico. Y algunos símbolos, puentes. Y alguna historia, cristal de nieve. Pero el peso se amontona en las ramas. Queda el anhelo de lo gratuito, el ángel que roza un momento nuestro corazón, la sobriedad de un texto que fracasa, la inocencia salvaje del animal. Como abeja libadora de flores que no mueren. Perseguir el sentido nos hace humanos, nutre nuestra alianza con la vida y hace que el mundo sea distinto. Allí la obstinación del misterio. Y aquello que susurran los pájaros: el paso sosegado del espíritu. Antes de que se desaten la luz y las aguas y pienses: ya no tengo hogar. Reseguir el perfil de lo que amamos, lo engullido por el mar y lo emergente. Reseguir el florecimiento y la libertad que no necesita palabras: sello en el corazón. Reseguir el vacío, lo que siempre está ahí, respirando sin pedir permiso. Dicen que la musa es exigente. Aun feliz, ten a punto la maleta: quizá la historia se repita y de nuevo preparen alambradas. Volverás a perder tu hogar, cada vez más lejos de cualquier refugio: a solas con tu dignidad en el centro de la noche. Sabes que el enigma existe y no es cosa de libros. El poema es tu viaje, tu vivir lo vivido, el otro nivel. Aquella soledad abisal del arte que une comunión y aniquilación. Huérfanos, perdidos en un cosmos sin alma y la muerte siempre del otro lado. Hay un orden que tortura. ¿Qué estás haciendo en el mundo? Un no saber con sólo una certeza: no quiero que mueras. El pasado se cuela hasta abatirte y la belleza te explota dentro como una bomba. Gotas de agua iluminadas por una luz estroboscópica. Multitudes hacen cola en los museos: los mercaderes nunca se fueron del templo. El dolor no ha de convertirte en víctima. Incluso derrotado, tu espíritu es claro como un día de sol. Los peces fosforescentes, el perdón, no querer que otros pierdan, el destino del mundo. Mirar la realidad a los ojos, aceptando. El poema es otra dimensión del lenguaje que atraviesa el corazón. Si se seca la vida, mantén el silencio. Y si las preguntas no pueden ser respondidas, escucha la tormenta y las copas de los árboles. Morir será muy fácil. Nuestra tierra gira ensoñando belleza. Algún día la insumisión de los muros, la insumisión de las ciudades con muros. Un presentir la inmensidad, que el mundo es y es transparente, que sobran dos versos del soneto. Palabras como pequeñas raíces que nos sustentan, sin traducción posible, en una oscuridad lejana, anterior a la caída de los árboles. Allí la tristeza que arrasa. Entonces conquistamos el significado a través del misterio y el esplendor y la responsabilidad del mundo. Fueron tiempos de grandes añadas. Pero eso se aprende mucho después, al ver el trazo, la trama, la intensidad del azul, lo que conmovió, exaltó, redimió, la renuncia. La vida nos supera. A pesar de todo, siembra las vides. Dar vueltas al pozo o la sima, al mar helado, alzar el vuelo, simplemente respirar, habitar como extraño un lugar habitable. ¿Acaso el poeta puede hacer otra cosa? La conciencia honesta está expuesta a la duda y a veces el silencio la hace subterránea. Ocuparse de lo esencial. Con intensidad y delicadeza. Con gratitud y temple. Y la mirada prendida en las señales. Una sílaba para atravesar el cielo o vibrar en el abismo. Para nadar y nadar y no hundirse, la libertad de una verdad vulnerable, de la palabra no depravada, de la incertidumbre. Atrás quedó la noche estremecida: alborea entre agujas de wolframio. Las caminantes siempre supieron que no puede haber épica sin ética. Nos liberamos de tiránicos dioses, desacralizamos el mundo, nos hicimos fuertes. Pero agazapado, el viejo desamparo, el animal tembloroso. Recibimos y enviamos señales, procuramos interpretar bien los rangos, la aleatoriedad, el sinsentido. Nanas para despedirse. ÚLTIMO Letra, fuente, ojo. Un dolor que camina, una huída que avanza. Un poeta no es nadie. Se interna en lo que no aparece y espera belleza, don. Carente, suplicante, desposeído. Un cuerpo que se despereza y se hace nube. Dispuesto a morir libre en su locura y en silencio.